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Calle San Vicente Ferrer

 A menudo se le juntaban los pelos del bigote con los de la nariz, también los de las orejas con los de las patillas, y los de la barba con ...

 A menudo se le juntaban los pelos del bigote con los de la nariz, también los de las orejas con los de las patillas, y los de la barba con el pecho como los de la espalda con el trasero, y estos con los de la carbonera. El problema residía en que la tala atendía a un criterio más de calendario que a uno estético. Le dolía hacerlo, más que por la incomodidad física que pudiera suponer, más que por el tiempo que luego dedicaría a recoger aquellos proyectiles capilares que se le escurrirían como lagartijas, por el recordatorio de que era un osocerdo. Había mucho pelo. Ni gustaba, ni apetecía.

lapeluquequería le extendió cera sobre su pabellón auditivo y lóbulo, sin previo aviso. Previo aviso, tiraron fuerte. Sonó a como cuando se chascan patatas para un buen sorropotún. Era el único pensamiento positivo al que podía aferrarse para contrarrestar los efectos que ese acto contra natura le suponían.

Así le indicaron el camino a seguir, y no precisamente el dedo índice de San Vicente Ferrer. Posiblemente, él hubiera querido presenciar actos más elevados.



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